El sargento Rojas evitaba pasar por delante de la celda. Detestaba la repentina y alborotada felicidad que había invadido al preso, que siembre estaba silvando y escribiendo. Hasta el fondo del pasillo a la derecha, pasando por el resto de celdas y tras subir unos pocos escalones mal cuidados, justo detrás de una resistente reja de acero, llegaban los ruidos alegres. Parecía no afectarle al preso el régimen de pan y agua impuesto por el sargento, ni tampoco la retirada de luz artificial en su zona del pasillo.
Lo que más irritaba al sargento Rojas era esa continua sonrisa, ese rintintín alegre en su voz. Antes se sentía poderoso, diferente y afortunado al ser el único individuo de la cárcel, o al menso de esa planta, por poder sentir el sol, el viento y el agua en su cara. Y lo que más le gratificaba, de poder dormir fuera de allí. Y eso lo llenaba de una felicidad egoísta, necesaria para rendir bien y con autoridad en su trabajo. Y ese preso hacía que todo se tambalease, que su estancia allí ya no fuera como antes, incluso le hacía sentirse pequeño y desgraciado a su lado.
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Todavía ando con pies de plomo en este nuevo mundo que es el blog para mí. Poco a poco voy descubriendo nuevas herramientas y formas de hacer mas vistoso este mi espacio personal.
Mi intención es contar una serie de breves historias cortas, o una sola historia, por pequeños parrafos que podrían considerarse minúsculos capítulos.
Espero que os gusten
;)
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