- Esta noche me pasaré por aquí, estate preparada. - dijo el sargento con una sonrisa pícara en los labios. Rosana lo miraba de reojo, con los ojos centelleantes de odio.
- No creo que sea una buena idea, hoy quiero dormir.
La respuesta de la prostituta no le gustó al sargento en absoluto, y zarandeando los barrotes gritó:
- ¡¿Que no te apetece!?, creo que no estás en disposición de decir nada. Tu hijo está ahí fuera porque yo quise, hicimos un trato. ¿O quieres volver a tu hijo aquí dentro?
Rosana agachó la cabeza y dijo con voz queda:
- No... ¿entonces esta noche?...vale.
La sonrisa de superioridad del sargento no la vió Rosana, que estaba mirando como caían las lágrimas al suelo, formando un charco.
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