Rosana lavaba la sucia camiseta de rayas en el lavabo, que estaba empotrado en la pared del fondo de la celda, justo debajo de la ventana. Era la suya la única celda que tenía uno. Se esmeraba en quitar las manchas de grasa de las mangas, frotando con las manos desnudas.
Le caía el pelo rubio platino sobre los hombros y por parte de la cara, tapando un ojo. Se conservaba bastante bien, pese a rondar ya casi el medio siglo de edad. Cuando terminó de frotar, y casi habían desaparecido ya las manchas, dijo susurrando:
- chhssss, tú. Aqui tienes tu camiseta, hijo.
El preso de enfrente a Ramón se levantó de la cama, dejó el papel y lápiz en el suelo, y entre los barrotes alargó su brazo derecho. Rosana describió una forzada curva con el brazo para lanzar lo más lejos posible la camiseta mojada, que pudo coger con algo de suerte el preso.
- Gracias, no sé como han podido llegar ahí las manchas... - dijo el preso escurriendo la tela húmeda.
A Rosana le caía bien ese tipo, pese a su aspecto enfermizo y a los ataques de locura que le daban a veces, cuanto gritaba eso de "ya viene, ya viene".
"Pobre hombre, está loco. ¿Qué será eso que viene?, ojalá venga algo y nos saque a todos de aquí. Bueno, a todos no, con que salga yo me conformo. No soporto más tiempo aquí, aunque mejor están estos delincuentes aquí que en la calle..." Pensaba para sí Rosana, mientras veía al preso encaramado a los barrotes de su ventana.
"Pero ese sargento... mal rayo lo parta". Esto lo pensó justo cuando el sargento Rojas avanzaba hacia su celda, con unas llaves en la mano, y silbando muy alegre. Al notar que Rosana lo miraba le guiñó un ojo y sonrió.
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Todavía ando con pies de plomo en este nuevo mundo que es el blog para mí. Poco a poco voy descubriendo nuevas herramientas y formas de hacer mas vistoso este mi espacio personal.
Mi intención es contar una serie de breves historias cortas, o una sola historia, por pequeños parrafos que podrían considerarse minúsculos capítulos.
Espero que os gusten
;)
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